viernes, 11 de noviembre de 2016

LOS MOJARRAS - RUIDOS EN LA CIUDAD


EL POLLO A LA BRASA NOS SALVÓ LA VIDA...

Por estos lugares nunca había pasado persona alguna

(Este es otro relato de Daniel Blanco Z. que atrapa de principio a fin, espero que lo disfruten)



Revisando los slides (diapositivas) de hace más de 20 años, encontré estas imágenes que me recordaron aquella expedición increíble. Todo inició cuando escuché historias sobre caminos incas que llegaban a Machupicchu desde el lado del Abra de Málaga, esas historias me interesaron tanto que comencé a averiguar viajando a la zona.
En la zona de Inkatambo conocí a gente que me aseguró que había una ruta y que “Félix Huaman” la había hecho varias veces; me dieron las referencias de cómo encontrar a este señor, así que, lo busqué en su comunidad y después de algunas indagaciones lo encontré haciendo labores agrícolas. Le pregunté sobre sus viajes por el camino inca que él conocía, pero al principio no quiso dar detalles. Después de conversar por un buen rato comenzó a darme información detallada e incluso recordaba que la caminata la hizo en cuatro oportunidades, y que al cuarto día llego a un lugar de donde se veía la ciudadela de Machupicchu. Le propuse contratarlo para que me lleve como guía, pero él no aceptaba, aduciendo que tenía que preparar la chacra; entonces, le propuse ponerle tres jornaleros para que hagan el trabajo agrícola mientras él nos servía de guía y finalmente aceptó el trabajo. Antes de emprender el viaje, él nos dijo que la caminata duraría 4 a 5 días dependiendo de nuestro físico.
Después de comprar comida para nueve personas por 7 días por si acaso, salimos rumbo a Machupicchu. Todas las personas que me acompañaron fueron contratadas para llevar comida, carpas y 150 metros de soga de escalar. La soga la llevaba por si fuera necesario, aunque según Félix, no era necesaria; pero yo había visto previamente las aerofotografías y la carta nacional, y sabía que íbamos a tener lugares difíciles.
La Primera parte de la caminata fue fácil, era entre pajonales y no había que hacer mucho esfuerzo, pero cuando empezamos a entrar al bosque enano la caminata fue más lenta, los porteadores se turnaban para abrir trocha según avanzábamos.
Al tercer día de caminata encontramos unos farallones muy empinados, que parecía que no hubiese paso alguno, sin embargo, nuestro guía decía: “creo que es por acá”; y después de tres horas que no lográbamos pasar, decía: “me he equivocado, no es por aquí”; así nos tuvo todo un día que la pasamos muy mal sin poder pasar los farallones.
Al cuarto día, basándome en las aerofotografías, escogimos un lugar para pasar escalando y después de 5 horas de caminar de “cuatro patas” escalando, logramos llegar a la cima; pero, ¡sorpresa!, había una pared vertical de más de 80 metros que teníamos que bajar y otro farallón, que subir; la única manera que encontramos de hacerlo era descolgándonos con la soga y así fue como lo hicimos. Al anochecer, acampamos en la hondonada, aunque no era un lugar muy cómodo para poner carpas. Esa noche fue una de las peores noches de mi vida, estábamos mojados por la lluvia de todo el día, magullados, cansados y lo que más me preocupaba era el error que habíamos cometido el día anterior, ya que habíamos recogido la soga por donde nos descolgamos, impidiendo nuestro retorno.
El quinto dia fue similar, muy difícil de subir, buscando camino, retornado una y otra vez y enviando a expedicionarios a buscar una vía para continuar; pero la verdad, es que no había un lugar accesible, así que nuevamente escalamos paredes y jalamos las cosas con soga y de igual manera tuvimos que descolgarnos al otro lado por la soga. Todos estábamos muy cansados con ganas de regresar, pero no había forma de retornar, estábamos atrapados.


Pasamos por pajonales



Los farallones eran infranqueables



La gente comenzó a molestarse y a decirle a Félix que diga por donde era el camino, y que por su culpa, estábamos perdidos; incluso, casi llegan a pelear, hasta que Félix se puso a llorar y confesó que nunca había hecho esa caminata y que todo era mentira; en ese momento quería golpearlo, pero con eso no ganábamos nada. Como jefe de la expedición solo me quedaba mantener el control y mantener la calma en el equipo, pero la gente ya estaba muy cansada y molesta por haber emprendido la expedición basada en una mentira. Ellos decían que moriríamos ahí, que se nos acabaría la comida y moriríamos de frio; estaban muy desmoralizados.
Cuando todo parecía perdido les dije: “lo único que nos queda es continuar caminando todos unidos, vamos a racionar la comida y el agua para que dure más y cuando lleguemos a Machupicchu, a cada uno le voy a comprar un pollo a la brasa”. ¡Palabra mágica!, todos se entusiasmaron con el pollo a la brasa y a partir de ese momento cambiaron de cara y no dejaron de hablar del pollo a la brasa, ¡un pollo entero por cabeza!
El sexto día también fue difícil, tuvimos lluvia menuda todo el día y no se podía ver más allá de tres metros, pero ya no importaba mucho, en Machupicchu nos esperaba un pollo a la brasa entero para cada uno.
Al séptimo día, después del amanecer, pudimos ver el paisaje que teníamos en frente, era el Apu Salkantay y otros nevados, todo lo demás estaba cubierto de nubes que poco a poco se levantaban dejando al descubierto a Machupicchu y al Huaynapicchu; solo nos quedaba caminar en bajada. Demoramos tres días más, pero finalmente, el décimo día llegamos a Aguas Calientes y fuimos directo a la pollería para que los porteadores coman su pollo a la brasa.



 Cuando se levanto la neblina vimos el Salkantay y Machupicchu

05El sol ilumina el Huaynapicchu





Nos alegramos mucho al ver que nos salvariamos, pero lo mejor era que comeriamos un pollo a la brasa entero cada uno.