La chanchita lloraba todo el tiempo y solamente se callaba cuando estaba al lado de mis botas de jebe, ahí comprendí que la madre no era yo, sino, mis botas. Eso fue más fácil para mi, cada día al llegar a mi lugar de trabajo en el campo solo me quitaba las botas y las ponía a un costado, como era de suponer la pequeña se quedaba quieta a su lado. La alimenté con leche y le enseñé a comer frutos del bosque; así la tuve por un tiempo hasta que tuve que salir a la ciudad, me vi obligado a dejar a la chanchita en un albergue que se encontraba por la zona. Ella creció, le pusieron el nombre de Virginia y se convirtió en un problema, atacaba a las mujeres y en varias oportunidades mordió a visitantes. La gente me pidió que hiciera algo, así es que con mucha pena me vi obligado a llevarla al bosque y dejar que buscara a sus congéneres, pero increíblemente siempre retornó al albergue. Decidí ir a la ciudad para comprar anestesia y un descolmillador para quitar los grandes colmillos que tenia. Cuando regrese al albergue, un día festivo, la gente estaba muy alegre, me invitaron a comer y me sirvieron un plato de chicharrón. En ese momento me vino un escalofrío, pregunté ¿Donde esta Virginia? y el silencio se hizo sepulcral... |
Esta para llorar la historia, pobre la chanchita virginia.
ResponderEliminarsaludos de Saulo.
Siii, pobre Virginia, pero es una historia muy bonita y ella hubiera muerto de pequeñita si no se hacía hija de las botas de Daniel, así que tuvo un buen tiempo mas de vida.
ResponderEliminarAbrazo